viernes, 10 de septiembre de 2010

DIA 36

2 de Enero, 2011, Zaragoza ( España ).-


El frío era cada vez más insoportable, entumecía todos mis músculos especialmente los dedos de las manos y de los pies haciendo que miles de pequeñas agujas me hicieran sufrir un dolor horrible.

Ellos no tenían frío, hacía mucho tiempo que habían dejado de tenerlo, y eso entre otras muchas cosas les otorgaba una gran ventaja en este juego a muerte del gato y el ratón que había empezado hacía unos seis meses.

Ni calor, ni dolor, ni remordimientos, ni sentimientos hacía nada ni nadie, sólo hambre, un hambre insaciable que les hacía seguir arrastrando sus cuerpos putrefactos por lo que antes habían sido sus casas, sus lugares de trabajo o de recreo.

En Agosto, bajo un calor de temperaturas máximas que batían records, sin que aún todavía sepamos porqué, los recien fallecidos como salidos de una de las múltiples peliculas de muertos vivientes de Romero que había visto una y otra vez en mi juventud, comenzaron a caminar de nuevo y a perseguir a los vivos despedazandolos para comerselos.

En menos de un mes el infierno se había establecido sobre la tierra y habá hecho retroceder a la humanidad millones de años atrás en la evolución colocandole enfrente un enemigo cuya única finalidad era de la comer para seguir existiendo.

Al igual que en las peliculas, de las que ahora ningún listillo se reíria, se les podía parar si les provocabas los suficientes daños en su aparato psicomotriz o si les destrozabas la cabeza llegando a su cerebro, pero su número era tan elevado que todas las acciones organizadas de defensa que los supervivientes habían llevado a cabo en los primeros días de la plaga se vieron aplastadas por la incesante marea de criaturas y sus vacilantes andares.

No eran rápidos, ni inteligentes, todas las habilidades sociales que el hombre había tardado siglos en aprender, toda la capacidad de manejar objetos, de comunicarse con otros seres, de aprender...todo se había podrido en sus respectivas partes del córtex cerebral , dejando sólo espacio para el ansia, el hambre, el instinto de superviviencia...comer, sobrevivir de alguna manera....

En eso les ganábamos... joder, menuda ventaja, a veces el no poder pensar, el no notar arcadas al reventarle el cerebro a un niño de unos siete años al que le colgaba parte de un brazo a altura del codo y sus intestinos resbalaban por el suelo haciendo que de vez en cuando se tropezara con ellos, ensuciando su uniforme escolar de los Padres Agustinos, mientras venía hacía tí para arrancarte la carne a mordiscos, debía de ser un tanto a tu favor.

Todo lo que durante toda mi vida me había entusiasmado en mi juventud, las películas de terror baratas, el gore, el splatter..hacían que cada vez que me enfrentaba a uno de estos seres y tenía que matarlo de la manera que fuera para seguir viviendo junto a mis compañeros, odiara el disfrute que el ver esas escenas de ficción me producían.

Ahora era yo el que decapitaba, el que destripaba, el que disparaba en la cabeza viendo de verdad como se desparramaban los sesos por el hueco que el impacto de las balas provocaba, y si no lo hacía moriría.

Mi vida ahora se limitaba a un universo de cinco personas, otro hombre, dos mujeres y dos niños.

Ninguno nos conocíamos antes de la mierda zombi, pero en los meses que llevabamos juntos, las imágenes dantescas que habíamos visto, los actos inimaginables de crueldad humana, los que habiamos tenido que realizar nosotros para seguir luchando, la sangre, las tripas, los hijos, maridos o esposas , amigos vecinos compañeros de trabajo, todo los que habiamos perdido ...nos habían unido en la desesperación.

Encontramos una casa en las afueras de Zaragoza, entre los barrios de Montecanal y Rosales del Canal, que al disponer de jardin vallado con una estructura alta resistente, y que nos ocultaba del la vista del exterior, y por tener mucho espacio distribuido en cuatro plantas incluyendo una bodega con una puerta blindada como última línea de defensa y al hallar en el garaje de la misma, dos vehículos todo terreno en perfecto estado que usabamos para nuestras cada vez más frecuentes incursiones, se convirtió en nuestro refugio y a la vez casi nuestra carcel.

FIN DEL PRIMER CAPITULO


Bueno Hermanos Navegantes ahí os he colgado un pequeño ensayo en una tarde aburrida, si os gusta y me echais una manita seguimos con la historia, incluso se me ocurre la idea de que cada uno de vosotros la vaya continuando a su manera.

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